Autor invitado: Mariana Martínez Balderas
Cuando se habla de creatividad, ésta suele, por lo general, relacionarse con el ambiente artístico: danza, música, cine, teatro, diseño, artes culinarias, etc. Difícilmente se considera como creativo a un contador, a un administrador, o al empleado de una fábrica que tiene que seguir procedimientos tal como le ha sido indicado. Se piensa que se es creativo cuando se logra crear algo inédito que tenga la capacidad de cautivar a un gran número de personas, ya sea porque es bello y original, o bien porque resuelve una necesidad que no había podido ser cubierta anteriormente.
Existe una gran cantidad de teorías y enfoques que han intentado explicar la naturaleza de la creatividad. Desde la noción que la concibe como una herencia genética con la que cuentan sólo algunos afortunados, o su explicación como manifestación de la inteligencia y el funcionamiento cerebral, hasta propuestas cada vez más incluyentes, humanistas y sistémicas, que consideran aspectos del ambiente en el que se desarrolla la persona creativa.
La constante búsqueda hacia una comprensión más amplia de lo que implica el fenómeno de la creatividad nos permite reconocerla actualmente de una manera más articulada con cada uno de los aspectos que la propician. Hoy en día se le concibe como una facultad humana que existe de manera potencial en cada una de las personas y que puede desarrollarse en el ejercicio autoconsciente de las dimensiones: cognitiva, volitiva y afectiva. Saturnino de la Torre expresa que: “la creatividad se hace capacidad en la persona, estímulo en el medio, secuencia en el proceso y valor en el producto” (1997:54). La creatividad es, pues, un concepto complejo que concierne al ámbito personal, pero también a la interacción con una necesidad en un entorno determinado y con la participación del ámbito social.
La postura ambiental de la creatividad, representada principalmente por Mihaly Csikszentmihalyi (2013), expresa que existen aspectos importantes del entorno que propician las condiciones óptimas para la realización del acto creativo: el tiempo que se requiere para adquirir la suficiente destreza y dominio del ámbito en que se expresa la creatividad, el conjunto de expertos que validan si la expresión puede considerarse o no creativa; así como las experiencias previas que forman a la persona y que le permiten desarrollarse, o por el contrario que la han obstaculizado para el ejercicio de sus talentos.
La creatividad ha solido reducirse a la valoración del producto que surge como resultado del proceso complejo en que se combinan los factores que hacen posible el acto creativo. Gracias a la creatividad son posibles un sinnúmero de expresiones distintas y únicas de cada individuo. En cada manifestación creativa existe una forma propia de experimentar el mundo y de reconocerse en él a través de su expresión. Así lo expresa el filósofo oriental Nishida Kitaro: “La creación, la creatividad real, conlleva que el mundo, la identidad contradictoria de lo uno y lo múltiple, se exprese a sí misma en el interior de sí misma” (2006:51). Por ello, la creatividad es un proceso de autoconocimiento y aprendizaje de ser en el mundo.
Cuando se conciben todos estos aspectos tan subjetivos resulta que la creatividad no es algo tan sencillo de identificar ni de controlar mediante una serie de pasos que permitan obtenerla como si fuera una receta de cocina. Sin embargo, cuando se estudia la vida de las personas reconocidas como creativas, se observa que tienen en común una profunda sensibilidad consigo mismas, con el mundo que conocen, y sobre todo con aquello que les provoca curiosidad, duda, misterio y una actitud de cuestionamiento ante la vida. Bien lo demuestra Jiddu Krishnamurti en su libro “Educar en la Inteligencia” (2016), al utilizar el cuestionamiento permanente como metodología fundamental para propiciar el aprendizaje y dar rienda suelta a la búsqueda de respuestas, ideas, imaginaciones y nuevas formas de mirar.
Las experiencias vividas de las personas que son creativas, lejos de dejarse pasar, se exprimen al máximo para obtener de ellas un aprendizaje que resulta útil no sólo a la expresión creativa, sino primero a su integración como algo que transforma a la persona misma. Sin ese aprendizaje, pueden verse nuevos paisajes y no reconocer en ellos algo distinto. Cuando se aprende, se cambia la manera de percibir, y cuando ese cambio se hace consciente, es posible aprovechar o generar las condiciones propicias para el logro de un aprendizaje generativo capaz de aportar algo nuevo.
Desde los estudios del pensamiento sistémico, O´Connor (1998) refiere que el aprendizaje es un sistema de retroalimentación que propicia cambios tanto en el entorno, como en la persona que aprende; lo que representa para nuestra forma de vida y para nuestra mente una reacción de resistencia, a fin de conservar el estado de confort y seguridad que implica permanecer en el mismo estado de lo conocido. El problema es que somos un sistema vivo en constante interacción e intercambio con el mundo, y cuando no hay movimiento en un sistema no se hace posible la adaptación a las nuevas circunstancias, lo que provoca ver venir en cascada todos los problemas que se quisieron evitar en un principio.
El proceso de autoconocimiento requiere esfuerzo y autodisciplina, algo que no todos están dispuestos a hacer o que no saben por dónde comenzar. Cuando los pensamientos, emociones y acciones se vuelven un caos contra ti mismo, es tiempo de hacer un alto para aprender a conducir todo de nuevo hacía un nuevo rumbo. La creatividad no es el insight por generación espontánea, ni tampoco se logra estudiándola en teorías y libros. Se logra con experiencias durante un proceso de aprendizaje acerca de nosotros mismos con el mundo, con procesos de ruptura, crisis, búsqueda de sentido y reconocimiento de nuestras pasiones, debilidades, fortalezas y oportunidades. Atreverse a ser creativo es atreverse a probar nuevos caminos sin tener certeza más que de la incertidumbre; o en palabras de Erich Fromm: “la creatividad requiere tener el valor de desprenderse de las certezas”.
Y tú, ¿asumes el reto?
Bibliografía
Csikzentmihalyi, Mihaly (2013). Aprender a fluir. Barcelona: Ed. Kairós.
Kitaro, Nishida (2006). Pensar desde la nada. Salamanca: Ed. Sígueme.
Krishnamurti, Jiddu (2016). Educar en la Inteligencia. País: Ed. Obelisco.
O´Connor, Joseph (1998). Introducción al pensamiento sistémico. Recursos esenciales para la creatividad y la resolución de problemas. Barcelona: Ed. Urano.
Torre, Saturnino de la (1997) Creatividad y formación. México: Ed. Trillas